16/12/2000 - 18:08 - Enviada por fidel
Este equipo nos quiere, no cabe duda. Nos evita ver la primera -y esperemos que última- decepción de la temporada, yendo a caer en Copa lejos de Vitoria y evitándonos así situaciones como la de la pasada campaña. Y cuando regresa a la competición tras el fiasco copero, esta vez ya en liga, esta vez ya en casa, nos obsequia con un partido soberbio, nos regala la victoria ante el campeón vigente, nos devuelve el regusto por el fútbol mezcla de física y química que tanto gusta en Mendi, nos despide el año con permiso para seguir soñando.
Vimos ayer un partido bonito, jugado por dos equipos de características diferentes: un Depor con calidad, conjunción y estrategia, un Alavés sólido, seguro atrás y con gol. Un partido entre dos equipos cercanos al mejor momento de sus respectivas historias. Y, lo que es mejor para nosotros, ganado clara y merecidamente por el Glorioso. En cierto modo, si el partido ante el Athletic supuso la mayoría de edad de la grada albiazul, el partido de ayer supuso una cierta consagración del Alavés como equipo importante en la categoría, capaz de ganar bien ganado al campeón vigente de la mejor liga del mundo, en un choque televisado que se verá en medio mundo.
Me gustó además que se ganase a base de echarle casta, desequilibrando así un partido igualado en otros aspectos. El equipo mostró alguna que otra falta de concentración -el gol coruñés es de juzgado de guardia- lo cual va para ser crónico; Javinho volvió a marcar, lo cual también va para constante; e Iván Alonso anotó tras saltar a la cancha, bendita manía del yorugua. Todo ello se acompañó ayer de unas elevadas dosis de garra, mantenida durante gran parte del choque. El espíritu del Malecón, la sobredosis de orgullo que hace que un equipo pueda superar escollos sobre el papel insuperables. El miércoles la padeció el Glorioso, ayer la hizo padecer al Depor.
Ese orgullo, herido en una embarrada noche cántabra, salió a relucir en el mejor momento, cuando el equipo se encontraba en una encrucijada clasificatoria importante. La victoria reengancha al equipo a la zona alta. Una derrota nos hubiese dejado al borde de la mediocridad.
Un orgullo, en definitiva, que empieza a convertirse en el nexo de unión entre jugadores y afición. Vivimos momentos dulces, el equipo está tan arriba que da vértigo, tiene cada vez más pinta de que está ahí porque debe de estar ahí, uno de los equipos más importantes del mundo maldice su suerte porque le ha tocado en uefera suerte el Alavés, y en el campo en el que siempre se nos tomó por un equipo de peluche empiezan a pitar nuestros goles. Vivimos momentos para estar orgullosos del Glorioso.